jueves, 5 de enero de 2017

LA LEYENDA DEL HOMBRE BUENO

Una vez más, y ya iban más de dos mil años, los Magos de Oriente comenzaron a preparar sus regalos para llevar al Niño. Ese año querían llevarle algo especial, y por ello mandaron a sus emisarios, esos beduinos de la risa fácil y la cara teñida, por todo el mundo. Los beduinos buscaron en todas partes: perlas del Índico, diamantes africanos, plata de América, maderas perfumadas... pero no vieron nada lo bastante bueno para el Recién Nacido.

Entonces uno de ellos, el que en la Noche de Reyes más baila y más caramelos tira, vio algo perfecto, y salió corriendo a decírselo a sus jefes: “He visto a un hombre bueno: estaba en la cama de una clínica, y su alma era una joya preciosa. Ese es el regalo ideal”. Los Magos de Oriente tomaron nota, y aquel 6 de enero, después de recorrer todas las casas dejando juguetes, acudieron junto a la cama del hombre bueno, recogieron su alma, y fueron a llevársela al Niño.

Y cuenta la leyenda que, acostado en su pesebre, el Niño tomó aquella alma con cuidado entre Sus manos y fue feliz con Su regalo. Por eso, los que conocimos y quisimos al hombre bueno, los que llevamos su sangre, cada vez que miramos un Belén y vemos sonreír al Niño, sabemos que es porque tiene el alma del hombre bueno en Sus brazos, y eso nos hace felices.


Mi padre falleció el 6 de enero de 2006.

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