lunes, 11 de febrero de 2013

El Fuego que no se Extingue, de Manuel Guerrero



Una visita a Córdoba siempre es agradable, pero mucho más cuando vuelves con un  buen libro de poesía entre las manos. En este caso El Fuego que no se Extingue, de Manuel Guerrero

Es un libro muy breve, dividido en dos partes: Melange y El mismo Loco Afán. Lo he leído de un tirón, con mucho interés, especialmente la primera parte (los poemas de la segunda parte ya los conocía), y me ha sorprendido, muy gratamente, la capacidad de maduración como poeta de Manuel.

Si de El Desnudo y la Tormenta a Loco Afán (los dos primeros poemarios de Manuel) ya se apreciaba una evolución en su estilo, esa evolución prosigue en El Fuego que no se Extingue. Los temas siguen siendo los mismos: la literatura, el tango, un erotismo sutil y luminoso, el paso del tiempo… La voz de Manuel es muy reconocible. Pero, a la vez, el lenguaje es cada vez más limpio, más cercano, más directo y eficaz. Lo cotidiano (el microondas, la huelga, el centro comercial, la plaza de su ciudad…) cobra presencia. Los poemas se resuelven con brillantez y valentía (“…porque no tengo amor en mis servicios mínimos”). Y hay hallazgos llenos de belleza, como el paralelismo que establece entre las primeras palabras en castellano, pronunciadas por un sesudo académico, y el balbuceo de un niño que interrumpe esa conferencia. O el tangohaiku: tres haikus inspirados en tangos argentinos.

Vista el crecimiento que, de una obra a otra, experimenta la poesía de Manuel, y teniendo en cuenta que su juventud sigue estando insultante, podemos prever que los mejores versos de Manuel Guerrero están por llegar, y que su voz poética va a deslumbrarnos, mucho y bien, en el futuro.

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